[...] "El modo de concebir la predicación en la Orden ha tenido muy en cuenta los contextos culturales en que se desarrolla. La sensibilidad cultural y la capacidad de detectar las necesidades e intereses de la gente son propios del buen predicador. Valga como muestra el conocido Manual de Predicadores de Humberto de Romans, donde subraya el principio de atención y el “primado de la utilidad” a aquellos a quienes se predica: “No hay que decir lo mismo a quienes se predica, sino distinto a los que son distintos, según cabe a cada uno… No hay que hablar siempre del mismo modo; al contrario, de acuerdo con la diversidad de quienes hablan, y de aquellos a quienes se habla, y de aquello de que se habla, ha de ser diverso el modo de predicar… A la gente rústica hay que hablarle muy claro; a los intelectuales, en cambio, con cierta sutileza. A los tiranos, con audacia; a los que en cambio nos superan y son mejores que nosotros, con cierto temor... Entre los débiles, hay que hablar como consolando; entre los presumidos, en cambio, con mucha firmeza”. Atender a las formas culturales en el ámbito de lo cotidiano no es oportunismo pastoral sino el desarrollo de la naturaleza propia de la fe y de la predicación".[...]
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